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Educación Ecosocial

En Hipatia apostamos por una educación enfocada a la resolución de los problemas sociales, económicos y ecológicos, una educación que se vuelque en la consecución del bienestar para todos y todas, en la que las personas sean capaces de percibirse como ecodependientes y que sean conscientes de las profundas interdependencias que nos permiten estar vivas. Nos referimos a una educación construida sobre los pilares que permiten sostener la vida. Una educación que sitúe la vida en el centro de la reflexión y de la experiencia, que permita vincularse al territorio próximo y a la comunidad, que desenmascare y denuncie el actual modelo de desarrollo y permita imaginar, construir y experimentar alternativas.

Una educación así puede jugar un papel fundamental en el cambio de paradigma civilizatorio, que cada vez es más urgente.

Cuando afirmamos que somos seres interdependientes, nos referimos a que necesitamos de los cuidados imprescindibles para el mantenimiento de la vida ya que vivimos en cuerpos vulnerables. En Hipatia somos conscientes de ello, y por esta razón queremos generar en el colegio redes de relaciones que garanticen esos cuidados a la vez que educamos para que todas las personas seamos conscientes de nuestra interdependencia.

Nos gusta pensar en Hipatia como una escuela del cuidado mutuo, donde la centralidad la tienen las personas que la habitan. Si las niñas y los niños son cuidados y respetados en sus necesidades, deben aprender que el resto de personas también deben ser cuidadas y respetadas en las suyas. Por lo tanto, en la centralidad de la escuela no se situaría solo el alumnado, sino en la comunidad educativa en su conjunto.

Por ello consideramos central la participación de la comunidad educativa (profesorado, PAS, alumnado, familias, agentes sociales y vecindario). Sólo de esta manera podremos aumentar la calidad educativa, podremos conseguir que todos sus miembros se sientan escuchados y valorados y podremos potenciar que la vivencia de la escuela como comunidad se extienda fuera de las paredes de la misma y permita aumentar la cohesión social. Además, la estructura organizativa del Centro fomenta la participación del profesorado y PAS, la reflexión conjunta y la toma de decisiones colectivas.

La interdependencia en Hipatia también se refleja en las redes de ayuda entre iguales que tienen al alumnado como protagonista. Estos espacios potencian el apoyo mutuo, permiten la prevención y regulación de los conflictos y suponen un ejercicio de empoderamiento. De esta manera, en Hipatia hay alumnas y alumnos organizados en los Equipos de Alumnado Ayudante, en el Equipo de Mediación, en las Cámaras de Delegadas y Delegados de Aula o en los grupos de Ecolegas.

En estos espacios organizados, el alumnado se puede sentir escuchado, tiene capacidad de decisión, aprende a proponer, planificar, organizar y ejecutar acciones, ejerce funciones de sensibilización al resto de la comunidad educativa y desarrolla su compromiso social.

Para fomentar la igualdad de oportunidades de participación y construcción de respuestas colectivas a las necesidades, utilizamos las Asambleas de Aula como metodología que fomenta la mejora de la convivencia, el sentido de identidad al grupo y el aprendizaje en la toma de decisiones colectiva y horizontal. De esta manera, ponemos en práctica estrategias democráticas ya que consideramos que la mejor forma de descubrir cómo funciona una democracia real es poniéndola en práctica.

La escuela constituye un conjunto de relaciones no exentas de conflictos. Además de proporcionar los mecanismos necesarios para la prevención de éstos, regulamos los conflictos a través de prácticas restaurativas, basadas en la reparación del daño ocasionado, el rechazo de la conducta desafiante (no de la persona) y el restablecimiento de las relaciones (en lugar de solamente castigar a quien comete una infracción).

Consideramos el aprendizaje como un motor de cambio personal y como una acción que se compromete con la justicia social (entendida como redistribución de los bienes para compensar desigualdades, como reconocimiento y respeto de las diferencias y como participación social sin exclusión). El compromiso con la justicia social requiere reconocernos como personas diversas, analizar las desigualdades (de clase, procedencia, etnia, género o sexualidad) existentes en nuestro entorno próximo y lejano y convertirnos en agentes activos de cambio. Lo hacemos a través del conocimiento directo de otras realidades, desde actividades complementarias o desde el propio currículo.

Destacamos la educación feminista como práctica y como horizonte que se reivindica desde el propio nombre de nuestro colegio. Una educación que se refleja dentro del propio currículo a través del estudio de mujeres escritoras, filósofas, historiadoras, científicas, artistas o del estudio de contenidos relacionados con la sexualidad y la igualdad de género, tanto de manera transversal en las materias como a través de talleres específicos. El trabajo de estos contenidos requiere un paso previo que es analizar y evitar el currículo oculto androcéntrico y heteronormativo de algunos libros de texto.

Fuera de las aulas, consideramos fundamental la organización de patios inclusivos, donde se organizan “días sin balón”, donde las canchas se convierten en espacios polifuncionales en lugar de ser un espacio exclusivo para jugar al fútbol, donde se evitan juguetes, juegos o actividades que perpetúan los modelos tradicionales de feminidad y masculinidad o las relaciones de poder y subordinación.

Además, es importante generar espacios de confianza y respeto hacia las sexualidades minoritarias y de lucha contra la LGTBIfobia, como es el caso de los “Desayunos por la Diversidad”.

Pero además, una escuela feminista debe atravesar otros aspectos como el uso de un lenguaje inclusivo tanto oral como en los documentos escritos que elaboramos, el número de mujeres en los cargos directivos de nuestro Centro o la creación de organizaciones feministas como es el Grupo de Género (formado por docentes y familias) o colectivos estudiantiles feministas.

Este proceso debe ir acompañado de una formación del profesorado, que nos permita dejar a nuestro alumnado sentir, experimentar, ser lo que desee ser, mientras lo cuidamos y respetamos en su diversidad.

El ecofeminismo liga el concepto interdependencia, al que hacíamos referencia anteriormente, y ecodependencia. Somos seres ecodependientes porque necesitamos el medio natural del que formamos parte y debemos aprender a vivir dignamente dentro de los límites de recursos y sumideros del planeta, al mismo tiempo que permitimos que otras especies, presentes o futuras lo hagan.

Por ello, la búsqueda de una sostenibilidad ambiental es otra seña de identidad de Hipatia. La gestión de residuos en el Centro, la comida ecológica (tanto en el comedor escolar como en el Restaurante-Escuela Bitácora), el aprendizaje práctico en el Aula Viva o la figura de Ecolegas son ejemplos de ello.

La educación ecosocial requiere de un importante ejercicio de coherencia de manera que lo que ocurre dentro de las aulas se refleje en las propias estructuras del centro y viceversa.

Por ello, al igual que en las aulas, intentamos que los espacios comunes del centro sean sostenibles e inclusivos. Un ejemplo de ello son los patios, donde se presta especial atención tanto al espacio físico como al espacio social, es decir, a todo lo que ocurre durante las horas de recreo de manera que se fomente la utilización inclusiva y sostenible del espacio.

Además del entorno, debemos prestar especial atención a lo que ocurre dentro de las aulas. El método también educa, por ello apostamos por metodologías de construcción colectiva del conocimiento (como las actuaciones educativas de éxito enmarcadas en el aprendizaje dialógico, el aprendizaje cooperativo o el aprendizaje basado en proyectos). Para fomentar un pensamiento crítico, se deben mostrar varias miradas de la realidad a través del diálogo igualitario, mostrar que la realidad es diversa y compleja utilizando argumentos de validez y no de poder y reflexionar acerca de cómo se construyen los conocimientos.

Pero consideramos que no sólo hay que tener en cuenta cómo se enseña, sino también qué se enseña. En este sentido, a lo largo de todas las etapas educativas desarrollamos un currículo ecosocial que, de manera transversal, relaciona los contenidos oficiales de la actual ley educativa con los contenidos ecosociales. Este enfoque transversal permite que estas competencias ocupen un lugar central en el proceso de aprendizaje, permite trabajarlas sin menoscabo de los contenidos reglados y desarrollarlas en profundidad, de manera continuada y con una coherencia vertical (a lo largo de todos los cursos) y horizontal (a lo largo de las distintas materias).

Por último, cabe destacar la importancia de que los aprendizajes de la escuela generen una transformación del entorno. La metodología de Aprendizaje-Servicio vincula una necesidad social, los contenidos curriculares y el desarrollo de un servicio a la comunidad y es un ejemplo de cómo poder adquirir aprendizajes enfocados al bien común. Un ejemplo de ello son los viajes de estudio en secundaria (donde se realiza un servicio tras haber trabajado los contenidos correspondientes dentro de las materias curriculares) o el Biopack, donde el alumnado de FP de Cocina y Restauración prepara y sirve desayunos saludables y sostenibles para el resto de sus compañeros y compañeras en el recreo.

De esta manera entendemos la educación ecosocial. Una educación del cuidado mutuo, que fomenta la participación de la comunidad, el empoderamiento del alumnado, que regula los conflictos mediante prácticas restaurativas, una educación democrática, ecofeminista, que se compromete en la lucha contra las desigualdades, que busca la sostenibilidad ambiental, que no se queda dentro de las paredes del Centro sino que genera una transformación del entorno, que busca la coherencia entre las estructuras del colegio, la metodología y el propio currículo.

En definitiva, defendemos que sí es posible una educación de calidad que consiga al mismo tiempo el éxito educativo y el fomento del compromiso social. La educación ecosocial es posible, es necesaria y es nuestra responsabilidad. Debemos asegurarnos de que el alumnado sale de la escuela con los conocimientos imprescindibles para el mantenimiento de la vida, mostrar miradas diversas, ofrecer herramientas para la igualdad de oportunidades, en definitiva, ofrecer las estrategias para construir mundos más sostenibles, solidarios, inclusivos, democráticos y justos.

 

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